Sólo se me ocurre el escapismo como modo de
supervivencia. Juro que la cobardía nunca en mí ha conseguido encardinarse. De
tantas decisiones tomadas valientemente proceden la inmensa mayoría de mis
cicatrices.
Sólo un grito
que me nace del duodeno, yeyuno e íleon y atraviesa mis vísceras más
contaminadas en una progresión ascendente hacia mi boca, hastiada ya de
silencios estratégicos y de argumentaciones desestructuradas.
Sólo el viento
del norte y el salitre del mar como testigos. Y el eterno retorno al punto de
inmovilismo primigenio, tan rancio ya, tan pútrido de tanto embate y
embestidas.
Harto ya de ser
el eterno prejuzgado, el sospechoso habitual al que recurrir en ausencia de otras
evidencias. Harto de que me caiga toda la mierda de las bajantes de un edificio
comunitario en el que siempre me han encalomado todas las reparaciones. Da
igual mi pericia, mi técnica, mi intención. Siempre tras el arreglo aparecerá
otra avería, y siempre, siempre, todos dirán que es consecuencia de mi mala
gestión anterior…aunque haya permanecido inmóvil desde entonces.
Ya me pesa la
mala prensa, y más que eso las traiciones de las opiniones variables, de las
inteligencias sobrevaloradas, de las apariciones estelares. Me pesa la ausencia
de nobleza, el interés y los egoísmos, los negocios que se anteponen a los
compromisos, y los olvidos intencionados que dañan más que los obligados.
Pero pueden irse jodiendo quienes me cercan,
porque aún no me ha flaqueado la estructura ni el resuello. El hecho de no haber
experimentado, por el momento y de forma un tanto incomprensible, cambio físico
alguno desde los últimos 30 años, me está permitiendo sobrevivir a tantas
hostias punzantemente lanzadas.
Cuento además
con una ventaja competitiva que pesa más que cualquier otra represalia: dispongo
del archivo gráfico y documental más extenso que pueda tenerse. Lo sé todo, me
acuerdo de todo, y sobre todo, puedo aportar las pruebas irrefutables de todo ello.
Imágenes que me exculpan y delatan a otros, secuencias escritas de legajos que
me exoneran de las responsabilidades que me atribuyen. Todo ordenado, todo
dispuesto, todo a buen recaudo.
Así que esa es
mi gran disyuntiva. Sacar los papeles a la luz o apartarme ya por siempre de
todos cuantos me hieren. En mi caso tengo claro que mi verdadera independencia
va indexada al ostracismo. Pero lo he aceptado. Ya no me duele.
Pero algo queda
de escatológico, que me sitúa permanentemente en medio del fuego cruzado. Haga
lo que haga. Repare lo que repare. Sirva para lo que sirva. El mundo que uno
daba por conocido, el que te aportaba el equilibrio imprescindible para seguirte
levantando mucho antes de que comenzara a sonar el despertador, ése sigue dándose
la vuelta cada poco, tratando de ponerme patas arriba a mí con él. Y nadie teme
lo que pueda tener guardado, como si ni siquiera fuera considerado como
enemigo.
Y estoy cansado
de las estrategias, de las traiciones…mucho más que de las ingratitudes. He
pagado por todo, y aun así no me compensa el beneficio.