miércoles, 4 de junio de 2014

TÁCTICA Y ESTRATEGIA



"Mi táctica es 
mirarte
 
aprender como sos
 
quererte como sos
 

mi táctica es
 
hablarte
 
y escucharte
 
construir con palabras
 
un puente indestructible
 

mi táctica es
 
quedarme en tu recuerdo
 
no sé cómo ni sé
 
con qué pretexto
 
pero quedarme en vos
 

mi táctica es
 
ser franco
 
y saber que sos franca
 
y que no nos vendamos
 
simulacros
 
para que entre los dos
 
no haya telón
 
ni abismos
 

mi estrategia es
 
en cambio
 
más profunda y más
 
simple
 

mi estrategia es
 
que un día cualquiera
 
no sé cómo ni sé
 
con qué pretexto
 
por fin me necesites."


   A mi juicio el más hermoso poeta de Mario Benedetti. Encierra no sólo una profunda sensibilidad enamorada, un alma que busca otro alma con la que fundirse sin concesiones, sino que disecciona una de las diferencias conceptuales más confusas y en general peor utilizadas en una gran variedad de ámbitos, y lo hace metafóricamente desde el punto de vista del amor.
   La táctica es el sistema o método dirigido para la consecución de un fin. Las fuentes del término nos remiten al arte de la guerra, a la forma de planificar los mandos las actuaciones militares con sus tropas para conseguir doblegar al enemigo, generalmente usando el factor sorpresa. "En el amor como en la guerra todo vale", debió decirse el inmortal Benedetti, aunque no obstante son muchos los campos teóricos y prácticos a los que se ha extrapolado el término en nuestra sociedad, la mayoría de ellos no tan románticos.
  Está la táctica del avestruz, consistente en esconder la cabeza debajo del ala cuando uno se siente amenazado por algo o por alguien, de forma que se crea un autoengaño, una falsa realidad a través de la cual parece que ignorando el peligro o el problema, éstos realmente no existen o directamente desaparecerán. Como todo autoengaño, lo único que proporciona es un íntimo confort efímero, ya que el obstáculo siempre seguirá ahí por mucho que nos neguemos a enfrentarlo. Y aunque ese alivio psicológico al ignorar una realidad en general dañina creando una abstracción favorable, posibilita la toma de decisiones desde una tranquilidad de otro modo imposible, no es menos cierto que salvo por influjo de la magia, nada desaparece por el solo hecho de no ser considerado. En el fondo, los terrores nocturnos de los niños, esa toma de contacto precoz e injusta con la oscuridad, no se calman por mucho que les digamos que piensen en otra cosa; se pasan cuando les traemos a dormir a nuestro lado y les abrazamos con ternura.



   Luego está la táctica del parchís. La que nos permite poner barreras infranqueables para que los contrincantes de los otros tres colores no puedan avanzar. Y aunque esa inmovilidad tampoco nos permita ganar más posición que la que ostentamos, cuando no nos quede más remedio que levantarla tendremos a tiro poder comer cuantas fichas pasen obligatoriamente frente a nosotros, y así contar de veinte en veinte hacia la victoria de la partida.



   O las tácticas comerciales y de márketing orquestadas para crear la necesidad de compra de un determinado producto o servicio, máxime cuando el cliente al que van destinadas ni siquiera ha valorado nunca antes la posibilidad de tenerlos. ¿Porqué sino todo gira entorno al cerebro de los publicistas?
   O las tácticas televisivas para captar audiencias y superar los shares. Da igual que todo sea un montaje, que nos engañen como si todos fuéramos gilipollas con divorcios, reconciliaciones, amantes y polígrafos. Si sabemos que todo está guionizado,  que se están haciendo ricos a nuestra costa, y que nos están llamando imbéciles a la cara…Da igual, quedamos enganchados al culebrón, y aunque nos permitamos criticar la bazofia, no dejamos de consumirla.
   La estrategia en cambio es el objetivo final, el fin en sí mismo,el gran concepto, las letras mayúsculas, el qué se quiere conseguir a través del cómo de las tácticas. La estrategia bélica es sin duda ganar la guerra. La estrategia del avestruz tal vez sea vivir más feliz, aunque la tengamos por tonta, o por ilusa. La estrategia del parchís es encabronar a nuestros contrincantes y darnos una pátina de superioridad que nos haga rozar la arrogancia. La estrategia comercial es incrementar la facturación. La estrategia televisiva aumentar exponencialmente el número de espectadores para que anime a sponsors y anunciantes a publicitarse previo pago en sus programas.
   La táctica y la estrategia que nos plantea Benedetti apela al temor a quedarnos solos. No ser amados por nadie nos convierte en miseria, en basureros en los que hemos depositado lo mejor de nosotros mismos sin prestar atención al valor de lo que tirábamos. Creernos sobradamente libres e independientes, onanistas compulsivos incapaces de compartir un destello, una caricia o un abrazo. Máquinas, robots sin alma, sin epidermis, construidos con material artificial.
   Vamos mirando al ser amado para reconocer hasta el más recóndito de sus gestos, hasta la más profunda de sus arrugas. Vamos dialogando en un ejercicio que nos haga ser más tolerantes y empáticos con la personalidad del otro, para no resultar invasivos de los respectivos espacios y crear así un nuevo y común lugar de reunión. Vamos comprometiéndonos, dándonos cada día un poco más, estirando nuestros encantos y nuestras renuncias, aportando un algo nuevo, un algo fresco y sin artificios que al otro le verifique que estamos tan próximos físicamente como si nada más existiera la intimidad.

   Y todo para hacernos imprescindibles, casi dependientes emocionales, pero con una utilidad tan manifiesta como que con cualquier pretexto el otro nos necesite.



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