Fragmento de mi nueva novela Master Class.
"Desconocía por completo aquella ciudad. Habían sido muy
frecuentes sus viajes de estudios y de trabajo al Reino Unido, pero nunca había
estado antes en York. Llevaba un plano del centro histórico que había cogido en
el Bed&Breakfast, en el que Mat y Maureen le habían señalado, con
rotulador negro de punta gorda, el mejor itinerario para ir desde donde se
encontraba hasta la dirección que le habían facilitado.
Las posibilidades de
perderse en York eran casi nulas, si se tomaban como referencia las torres de
la fachada principal del York Minster, la segunda catedral gótica más
grande de Europa tras la de Colonia en Alemania, que eran visibles desde cualquier
lugar del casco histórico.
Desde el primer
momento, cuando accedió al centro desde la puerta de Sant Leonard´s Place
al mismo pie de la muralla que circundaba la ciudad, le sorprendió el encanto
añejo de las tiendas y establecimientos de hostelería que se extendían uno tras
otro en las aceras de todas sus calles, mostrando unos escaparates cuidados y
atractivos, potenciados quizá por su carácter de ciudad eminentemente
turística. Desde las cristaleras emplomadas con tiestos de flores que caían sobre
la fachada del pub “The lanb and the lion” hasta las tiendas de
souvenirs cuajadas de union jacks en todo tipo de artículos imaginables,
pasando por los adorables salones de té que exhibían colecciones de teteras y
tazas de porcelana pintadas con motivos florales, o las tiendas de prendas de
lana escocesa, o la curiosa “The cat gallery” que vendía objetos en los que
obligatoriamente debería aparecer siempre la imagen de algún gato, o una tienda
dedicada a las miniaturas como paraíso de los muebles de las casas de muñecas,
o “Christmas Angels” en la que durante todo el año podían comprarse
exclusivamente adornos de Navidad para el árbol, o aquella otra que ocupaba
todo un edificio en la esquina entre dos calles que solo vendía ositos de
peluche hechos a medida bajo el reclamo del cartel “build a bear” que
portaba entre sus garras un enorme oso pardo que se encontraba sobre la acera
junto a la puerta de entrada al local. Era interminable. Y todos los negocios,
todas las tiendas, exhibían una misma unidad de criterio, destilaban gusto,
armonía, equilibrio...llegaban a parecer incluso una escenografía irreal, pero
en realidad estaban integrados en calles adoquinadas y edificios eduardianos
cargados de historia. Le fascinó comprobar cómo convivían la tradición y la
modernidad, las pastelerías artesanas con los aromáticos jabones de baño en
forma de cup cakes, las mercerías y los almacenes con todo tipo de
objetos para la casa, con los Zara, Mango y H&M que le despertaban de nuevo
en el occidental mundo globalizado en el que vivía.
Y así, fue llegando
hasta la gran plaza de Parliament Street donde se sucedían las oficinas
bancarias con pequeños negocios de restauración “take away” y los tres
pisos de los emblemáticos almacenes “M&S”. A pesar de ser aún cerca de las
diez de la mañana, grupos y solistas reservaban su lugar para tocar y cantar
sus temas musicales durante toda la jornada, con una calidad profesional que a
Pedro le dejó maravillado. Justo desde la plaza se accedía al mercado
tradicional al aire libre donde comprar frutas, verduras y pescado fresco junto
a otros puestos que vendían ropa de segunda mano, incluso uno que estaba
especializado en prendas militares de camuflaje y que regentaba un rubio y
musculoso excombatiente de unos cincuenta años.
Muy cerca de allí,
cruzando la plaza y bajando una calle que dejaba a la izquierda el Museo de Yorvik
que exhibía todo el pasado vikingo de la ciudad , llegó a un moderno complejo
de edificios llamado Coppergate, lugar en el que finalizaba con un punto
rojo de rotulador el itinerario trazado sobre el mapa de la ciudad".
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