martes, 20 de mayo de 2014

DE CORSÉS E INTELIGENCIA

   De los tensos, ajustados y opresivos corsés con los que engañaron la visión externa de nuestras ideas y pensamientos hemos sido víctimas generaciones enteras. La prolija abotonadura de presillas y corchetes situada en la espalda nos obligaba a ser contorsionistas si queríamos desembarazarnos de él para ser autosuficientes, y las más de las veces comprobábamos impotentes que no podíamos. Estaban bien inventados, no solo para aparentar embellecimiento sino para constreñir y apresar el tórax a cadena perpetua.
   Fueron llegando las ayudas externas en forma de ideas liberadoras, pero el marchamo a fuego había dejado tal huella, que por un momento nos veíamos con las chichas descoyuntadas, fofos sin la perfecta estructura que modelaba nuestra figura.
   Daba igual. Tuvimos que romper los deformantes espejos de las ferias, esos que nos devolvían imágenes distorsionadas a propósito, para conseguir vernos tal y como en realidad éramos. Y tuvimos después que aceptarnos, y los que quisimos empezamos a someternos a una dura y disciplinada rutina de ejercicios que nos cincelara las partes más caducas de nuestra anatomía a base de lectura, viajes y avidez de conocimiento.
   Y en esas seguimos los que hemos decidido que la capa epidérmica de nuestra vida no sea un corsé, los que seguimos defendiendo el nudismo intelectual o el vaporoso vestido con falda de vuelo de alta costura. Hay ocasiones propicias para lucirse y mostrarse en sociedad, otras para ocultarse en la búsqueda de lo que en uno mismo pueda hacernos perdurables, algunas para compartirlo todo y otras para negar hasta el saludo. Ahí radica nuestra libertad como hombres y mujeres.



   Por eso me convulsionan los rebrotes de clasismo que me obligan a aceptar lo que la mediocridad de otros vende como un valor absoluto. Vuelvo a sentirme como si quisieran reimplantarme el corsé, y maliciosamente me lo vendieran como la última creación de París. Primero porque no lo necesito ya. Estoy fibrado y sigo estrictamente mi propia dieta, no tolero determinados alimentos. Segundo, porque la moda ha evolucionado gracias a Dios, y puedo o no seguir sus dictados. Milito en un street style propio que me confunde con el resto más que me destaca, y así me siento cómodo y elegante a mi manera. Y tercero, porque con corsé o sin él, nadie es más que nadie. Si tuviera que hacer una criba, el listón lo pondría en el talento. Y no me parecen precisamente las personas más talentosas aquellas que proclaman con su estrechez de miras que lo suyo siempre es lo mejor. Se pierden tantas cosas…
   Así que me aterrorizo cuando un hombre público se muestra condescendiente en el discurso porque su interlocutora es una mujer. Y se me representa de inmediato como el carpetovetónico machote rodeado de amigos en un bar con la barra de acero inoxidable y los jamones colgados del techo, mientras comentan el partido de fútbol del plus con unas cervecitas y un palillo entre los dientes. Aún queda mucho de eso en éste país. Y sus conversaciones denigrando a las mujeres y reduciéndolas a la categoría de chochitos calientes, no hacen más que ocultar con total seguridad su absoluta falta de calidad en el terreno amatorio y su inquebrantable estulticia como personas.


  Ellos se pierden el enriquecimiento de la igualdad, la inconmensurable capacidad organizativa de las mujeres, su pragmatismo cotidiano y su emocionalidad consciente. Su mayor inteligencia es la que nos ha salvado a los hombres de tantos naufragios.
   No me venda que lo suyo es lo mejor, señor Cañete, no me amenace con volver a ponerme el corsé del clasismo, del machismo ni del elitismo, porque ni lo quiero ni lo necesito. No creo en las castas, no creo en las superioridades salvo en las de la inteligencia. No quiero una sociedad en la nos preocupe dejar hablar a las mujeres. Ellas necesitan comunicarse mucho más que nosotros, y es gracias a esos análisis detallados que ponen de manifiesto con su oratoria que logramos ser conscientes de dónde está el problema y por dónde anda la solución.

1 comentario:

  1. Raya diplomática.18 de febrero de 2015, 3:52

    ¿Un ya viejete superficial y hedonista como tú hablando de clasismo? eres la quinta esencia del mismo.

    Lo de Cañéte-y líbreme Allah de defender al PP- ni lo entendiste ni lo has querido entender.
    Cañete quiso ser cortés con la Marimachunga ordinaria de Valenciano y utilizó el pretexto de ser mujer con ánimos caballerescos por no decir la verdad, que Valenciano es una nulidad y un erial de inteligencia y saber estar.

    Si hay algo peor que un progre, esos sois los pijoprogres aburguesados de derechas
    Lo tenéis mal, la gente siempre prefiere alo auténtico.

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