martes, 27 de mayo de 2014

MAY FAIR

  La solidaridad no parece cosa de ricos. O sí lo parece, pero las más de las veces nadie cree que sea del todo verdad. Siempre cabe la sospecha de que lo hacen para acallar sus sucias conciencias usureras, y que el sentimiento de reequilibrio social no brota de una convicción del alma sino de una medida cosmética orquestada desde los departamentos de márketing o de asesoría de imagen de las empresas, cuando no por una mera cuestión de desgravación fiscal.
   Es difícil también que ese espejismo de conmiseración hacia los más desfavorecidos se prolongue de forma constante en el tiempo. Es más, tan habituados como estamos a renombrar el calendario, como un moderno santoral pagano, se preasigna un día de concienciación para una causa determinada, y entorno a ella se orquestan una serie de eventos de carácter divulgativo y recaudatorio.
   Pero alejémonos de la tentación del maniqueísmo, y demos por buenas cualquiera de estas manifestaciones de solidaridad, bien entendida por supuesto desde la transparencia y la integridad, sin personas interpuestas que detraigan para sí un porcentaje de los beneficios obtenidos.
   El sábado del último fin de semana de mayo está señalado en rojo para todo el alumnado y profesorado del King´s College de Soto de Viñuelas, sus familias, y por extensión a toda la comunidad británica radicada en Madrid y alrededores. Tiene lugar la May Fair, una fiesta lúdica y divertida que celebra al aire libre de la sierra la llegada de la primavera y recauda fondos para tres proyectos solidarios en los que se trabaja desde hace años, uno en Haiti ( Holding Hands with Haiti), otro en Nepal (Child Bright Foundation) y el último en Jordania (Un Sueño Compartido).
   La premisa es pasar un día agradable comiendo especialidades exóticas, a las que son tan aficionados los británicos con su extenso pasado colonial, en puestos repartidos a lo largo y ancho del patio del colegio; comprando boletos para las rifas y tómbolas de todo tipo de objetos donados por los alumnos o por sponsors oficiales; asistiendo a competiciones deportivas; accediendo a la compra de libros en inglés en una gran librería montada al efecto; y disfrutando de los espectáculos musicales en vivo sobre el escenario en los que participan todos los integrantes del centro, desde personal directivo hasta profesores, pasando por alumnos de todas las edades.


  
 
   Es una jornada de encuentro, de convivencia. Quizá la más propagandísticamente aireada. Es cuanto menos curioso que, así como a veces los padres de los alumnos de este centro se pierden a nivel curricular dada la inmersión en el sistema educativo británico, tan diferente al español, y la información no es siempre todo lo fluida que sería necesario, desde varias semanas antes a la May Fair son decenas las circulares y emails recibidos con todo tipo de indicaciones sobre los horarios, el aparcamiento, las actividades, las solicitudes de voluntariado para colaborar en cualquier misión ese día, etc…
   Me quedo con el obligado y protocolario paso por las mesas de cambio repartidas por todo el campus, dado que el dinero de curso legal debe ser sustituida por pequeñas monedas de plástico de colores con valores diferentes, únicas válidas para poder invertir en cualquiera de los puestos, tómbolas o casetas.
   Me quedo con un plato de curry de pollo con arroz, el ya tradicional "Curry in a hurry", que como no estés precavido vuela con la misma rapidez que te lo comes.
   Me quedo con el puesto de comida libanesa con sus deliciosos falafel, hummus y taboule.
   Me quedo con cualquiera de los dulces postres caseros que venden las "Sweet Mamas", siempre tan encantadoras con sus delantales de puntillas y sus uñas pintadas regalando sonrisas a todos los visitantes que se acercan a su mesa.

   Me quedo con el descubrimiento de nuevos talentos vocales entre los alumnos del centro, emulando de forma sorprendente y a veces hasta sobrecogedora a estrellas del pop británico como Adele o Coldplay, y aportando esa misma estética indeleble que los hace únicos e irrepetibles (esas botas Dr. Martens verdes con vestido estampado de tirantes de una de las intérpretes me pareció la quintaesencia del espíritu inglés), y que justifica que hayan llegado donde lo han hecho a nivel internacional.

   Me quedo con las coreografías que las rubias y nativas jóvenes profesoras preparan con profesionalidad, sin ningún sentido del ridículo, producto de muchas horas de ensayo fuera de su horario laboral.
   Me quedo sobre todo con la sensación de que en el fondo, no te gastas más de lo que lo harías cualquier otro sábado y al menos estos británicos parece que te ofrecen confianza en lo que es el buen fin de tu colaboración solidaria.
   Long live the May Fair!


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